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Buscandome
01/04/2016, 21:45
LA MALA AÑORANZA MATA EL PRESENTE



En mi opinión, la añoranza del pasado, de lo pasado, de lo que ya no está, de lo que se perdió, de la antigua felicidad… puede llegar a ser provechosa, a veces, pero detractora en muchas más ocasiones, y llegar a entender esto con claridad hará que la relación con lo pasado pueda ser positiva.

Un preámbulo: todas las relaciones, con las personas y con las cosas, son cíclicas. Siempre. Esto quiere decir que todo atraviesa un ciclo en el que hay un comienzo y un final. Y eso es inevitable. Nada de lo que está a nuestro alcance es eterno. Y entender y aceptar esto reduce algunas de las frustraciones de la vida.

Las cosas “buenas” del pasado son muy agradables, deseamos que no se hubieran terminado nunca… pero terminaron. Es ley de vida. Eso no se puede cambiar y hay que aceptarlo así.

Está bien recurrir a ellas cuando uno se siente con ganas de hacerlo. Sólo hay un inconveniente, y es que lo positivo o negativo que nos aportará depende de la actitud con que se haga. Si uno lo hace simplemente por traer a la memoria momentos buenos y volver a disfrutarlos, o por rellenar su corazón con momentos especiales, o para explicarle a su propia vida que ha habido momentos y situaciones felices, es perfecto. Excelente.

El inconveniente al que me refiero es a cuando no consiste en traer el pasado al presente para recordarlo, sino al hecho de querer dejar el presente para instalarse en un pasado bien que guardamos bien considerado. Eso es imposible. No puede ser. Y empeñarse en que suceda es condenarse a un presente ingrato y a un futuro desesperanzado.

Esa mala añoranza, la que lleva implícitos reproches por lo que ya no es o por quien ya no está, la que lleva aparejado el dolor por el tiempo consumido, por lo que ya nunca se podrá volver a repetir, por la infancia irrecuperable, por los seres queridos que entonces sí estaban pero ahora no, o por los lugares en los que uno se movió en el pasado por los que no se puede volver a correr.

Es una añoranza emponzoñada que lleva incluido un veneno que va a matar a nuestra esperanza y a nuestro presente.

El presente es lo que tenemos. Es lo real.

El pasado sólo vive en el recuerdo y en nuestra biografía, pero ya es inalcanzable, irrepetible. Se consumió. Es un camino sin marcha atrás.

El Aquí y Ahora del presente es lo único que realmente tenemos. O lo único que realmente somos.

Atender a este presente –que sí existe-, sin despreciarlo y sin querer cambiarlo por un pasado -que no existe-, es la opción más sensata.

Del pasado bueno hay que quedarse con todo, pero dejando que se quede en el sitio que le corresponde. Con alegría y satisfacción porque estuvimos allí y entonces, aunque no fuéramos muy conscientes, aunque no lo hiciéramos impecablemente bien. Hay que mirarlo con una sonrisa comprensiva, con satisfacción por lo que llegamos a disfrutar.

Del pasado malo –que a veces está mal calificado y no es tan “malo” como decimos- hay que quedarse con el aprendizaje de lo que no se quiere que repetir. Mirarlo también con una sonrisa –aunque sea más comedida que la sonrisa anterior-, porque uno es humano y eso quiere decir que es un eterno aprendiz, y porque ser humano le confiere a uno el derecho a equivocarse y a no hacer siempre y todas las cosas bien, sin que ello lleve aparejado una condena o un castigo.

Somos niños aprendiendo a andar por un mundo y una vida que nos quedan grandes. Y esto hay que comprenderlo.

La mala añoranza es la que apareja dolor.

La buena añoranza es la que nos planta una sonrisa, aunque sea leve, nos hace brillar los ojos, y nos provoca un cálido escalofrío de esos que la vida provee para celebrar los momentos especiales.

Si has comprendido algo de lo leído, estarás muy atento y la próxima vez que se presente una añoranza mala sabrás cómo tratarla.


Te dejo con tus reflexiones…


(Y si te ha gustado, ayúdame a compartirlo. Gracias)
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