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Buscandome
12/07/2016, 03:13
LO IMPRESCINDIBLE PARA TODO SER HUMANO




En mi opinión, en el Camino del Crecimiento Personal hay tres leyes que conviene venerar:


NO AUTO-ENGAÑARSE O MENTIRSE JAMÁS.

Ser Humano no es fácil.

Se arrastran desde la primera educación una serie de condicionamientos que, aunque uno luche por evitarlos, como son inconscientes en la mayoría de los casos, nos traicionan.

Tropezamos a menudo. Y con la misma piedra.

Nos proponemos cosas a sabiendas de que no las cumpliremos…

Hacemos firmes propósitos que apenas duran unos minutos…Tratamos de justificarnos en muchas ocasiones a sabiendas de que no tenemos justificación… Y éstas son cosas que deberíamos evitar.

Auto-engañarse es una agresión innecesaria que solamente aporta una aparente y falsa tranquilidad que, en realidad, no deja satisfecha a nuestra alma o nuestra conciencia.

Es una mentira que dura poco tiempo. Y si dura, más vale que revisemos cómo está nuestra honradez, y la ética personal, y si es cierto que tenemos auténtico interés por progresar en el Camino del Autoconocimiento y el Desarrollo Personal.

Y si descubrimos que no somos honestos, íntegros, más vale que lo dejemos. Más vale que nos quitemos de la cabeza lo que creemos que estamos construyendo porque lo estamos construyendo con una base tambaleante sobre la que no se puede edificar nada duradero.

La honradez y la ética moral son unos principios que ha de ser sólidos, inquebrantables, irrenunciables, irreductibles…

Auto-engañarse o mentirse, jamás.

Bajo ningún concepto.

Sin ninguna excepción.



NO ACEPTARSE UN “NO SÉ” COMO RESPUESTA A UNA PREGUNTA.


A veces nos enfrentamos a preguntas que tienen una respuesta difícil.

O nos enfrentamos a situaciones que no tienen solución. O eso es lo que nos decimos.

En realidad, sólo aparentan tener una invisible respuesta que –decimos, incumpliendo la Primera Ley- no está a nuestro alcance.

Creo que no es cierto.

En muchas ocasiones conocemos la respuesta, pero no es la que nos gusta y preferimos negarla. O, cuanto menos, relegarla al cajón de lo inservible que tenemos en el olvido.

Los miedos nos sugieren que nos deshagamos de ellas.

Pero quien ha iniciado un Camino de Desarrollo Personal lo ha hecho, precisamente, porque sabe que puede progresar en él. Necesita progresar para su propio bien.

Necesita dejar de ser quien está siendo, quien ha sido, y como ha sido, porque eso no le satisface.

Sabe que puede aspirar a más, y a mejor, porque algo dentro de sí mismo, algo que es sincero, algo que conoce el potencial del que estamos hechos, lo dice.

Es una voz que está llena de franqueza, pero la tendencia perezosa y conformista que nos compone se opone a escucharla; hace oído sordos porque sabe que progresar en el Camino implica descubrir –poner a la luz lo que estaba cubierto- cosas que se tenían ocultas, cosas que no son agradables, “defectos” propios, y hacer cambios que conllevan esfuerzos, añadiendo además el reconocimiento sincero de quiénes estamos siendo –que no es lo mismo que quienes somos en realidad-, y remover esas cosas no es muy agradable.

Hay una recomendación a tener en cuenta con las preguntas que comienzan con un “¿Por qué?”, y es, después de haberla respondido ya, hacerse la misma pregunta pero comenzando con un “¿Para qué?”

La primera nos va a descubrir la razón, el motivo, el origen, pero la segunda nos va a dar una información más útil y enriquecedora, porque nos informará sobre su utilidad aplicable.

Respondemos a menudo con un “no sé” porque nos resulta más cómodo reconocer nuestra ignorancia ante preguntas comprometedoras que ponernos a la tarea de enfrentarnos a lo que sabemos no será agradable, o porque intuimos que la respuesta que nos obligará a tomar una responsabilidad de la que carecíamos antes de conocerla.

Si no aparece la respuesta después de haberlo intentado sinceramente, se puede recurrir a hacerla de otro modo que sea más fácil de encontrarle contestación.

Investigar, repetirse la pregunta, buscar el momento adecuado, consultarle al corazón, escuchar a la intuición, recurrir al Maestro Interior, buscar pistas por donde sea… Pero no conformarse con un “no sé”. O que sea un “no sé… de momento” muy provisional y sin dejar de seguir buscando.



RESPETAR Y HACER QUE SE RESPETE LA DIGNIDAD PERSONAL.


Estoy de acuerdo con la opinión autorizada que dice que uno ha de respetar por encima de todo la propia dignidad personal. Y, además, exigir que los otros la respeten.

Puede que sea el tesoro más preciado del que disponemos.

La ética, la honradez, la integridad, la moralidad, los principios, las escala de valores… todos ellos juntos confluyen en la dignidad personal.

Y se ha de preservar inmaculada, porque es un derecho sagrado que ha de mantenerse puro.

Nadie tiene derecho a mancillarla, a menospreciarla, a deshonrarla. Ni siquiera uno mismo. Repito: ni siquiera uno mismo.

Está por encima de uno mismo.

Es conveniente tener claro dónde se encuentra el límite que los otros –y uno mismo- no pueden traspasar, para defenderlo.

Uno debe saber cuándo comienza a sentir la humillación, el desprecio, o la burla, porque la tolerancia de cada uno puede ser más o menos complaciente, pero llegados a cierto punto es conveniente poner una barrera que ha de ser infranqueable, ya que a partir de entonces comienza el honor, la nobleza, el pundonor… asuntos que han de ser inquebrantables, y la dignidad debiera estar activa para no permitir ningún ataque a la esencia personal.

Las personas que son excesivamente serviles, o que sufren una situación de miedo, o que tienen la Autoestima baja, son candidatas ideales a incumplir el mandamiento ético de protegerla para que sea intachable.

Y uno no debiera traicionarse en esto.

“Porque es mejor llorar que traicionarse”, escribía Benedetti.

Uno puede tener “errores”, le puede ir mal su economía, puede carecer de cosas materiales, o puede vivir una vida ingrata, pero la dignidad personal está por encima de todo ello.

Y ha de permanecer intacta sean cuales sean las circunstancias personales.

Es lo que le da valor a uno como persona: el hecho de dignificar su persona y su vida.

Y es lo que le queda a uno si es que pierde todo, o si es que pierde en todo.

Y ello implica: conseguir el respeto de los otros, ser merecedor de las cosas buenas que le puedan suceder, un comportamiento intachable al gobernarse con rectitud y honradez, defender los derechos propios, el respeto de uno a ultranza… es un derecho individual e intransferible, un principio irrenunciable, y una luz interior que tenemos todos alumbrada por nuestra esencia.

Y en ese respeto de todos uno ha de ser irreductible, porque es un asunto innegociable.

Una persona respeta su dignidad cuando se valora a sí misma por quién es, y no sólo por lo que hace o por lo que tiene.

Es una cuestión de respeto a sí misma.

Y si uno no es capaz de respetarse no puede pedir a los otros que le respeten.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

(Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias)
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