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Anddy7
13/12/2013, 09:37
Constantemente oímos que debemos preparar a nuestros hijos para que triunfen y sean felices, pero ¿qué significa eso? y ¿cómo podemos trabajar en esa dirección?.

En el mundo de hoy y aparentemente en el futuro lo importante no solo es y será el conocimiento que tenga una persona sino el carácter, el temple y la fortaleza. Tener temple, salir de fracasos adecuadamente, hacer de los fracasos un desafío y no una tragedia, será lo que buscarán los seleccionadores de personal, según algunos estudios recientes.

Para que un niño forje carácter es necesario que perciba claramente la autoridad de sus padres. Con presencia de autoridad los niños y jóvenes actuarán a su vez con autoridad y determinación para resolver sus problemas. Sin presencia de autoridad nuestros hijos podrían ser más débiles y actuar por impulsos lo que por lo general conlleva a problemas y más problemas.

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¿Exceso de autoridad?

El límite de autoridad lo pone la siguiente regla: “La autoridad no debe nunca humillar”. Básicamente lo que es el niño o el joven hoy será el adulto del mañana. De vez en cuando hay que mirar al hijo como un adulto potencial.

¿Evitar el sufrimiento a toda costa?

Para evitar que nuestros hijos sufran hay que prepararlos para el sufrimiento y no tratar de impedir cualquier posibilidad de angustia o dolor. No podemos estar todo el tiempo tratando de evitarles el sufrimiento, ¿si no cuándo aprenderá?

Es importante que comprendan la muerte, los problemas de la vida y las dificultades en el trato con otras personas. No debemos resolverles los problemas, hay que ayudarlos a que poco a poco los resuelvan ellos mismos. Nadie logra metas exitosas y duraderas sin un poco de sufrimiento. ¿Te imaginas a un campeón de gimnasia que no sufra para lograr sus éxitos?

Siempre hay que pensar que, en parte, no queremos que ellos sufran para no sufrir nosotros como padres, pero les hacemos un daño para toda la vida. Hay que enseñarles a hacer esfuerzos extraordinarios. Que sepan que siempre se puede un poquito más.

Es bueno sentir la falta

Es muy importante enseñarles a carecer, es decir a “sentir la falta de” y arreglárselas por sí mismos. Si no aprenden a carecer no aprenden a arreglárselas. Aunque tengamos para darles el 100 por ciento de lo que quieran, nuestros hijos deben aprender el valor de las cosas. Si no lo hacen de pequeños, les será muy difícil de adultos y es allí cuando van a sufrir y nosotros también con ellos. ¿Cómo les enseñamos a carecer? ¡Dándoles un poquito menos de lo que necesitan! ¡No hay otra manera! Si no ¿cómo sienten la falta de? Así aprenden a apreciar lo que tienen. Aprenden a no ser ingratos. Aprenden a gozar de la vida y de las cosas sencillas. Aprenden a no ser quejosos.

La hora de la comida: una excelente forma de aprendizaje.

Una excelente escuela para aprender a carecer es durante la comida. ¿Qué debemos darles de comer? ¡Lo que nosotros decidamos que es bueno para ellos! Es no sólo por su bien estomacal, sino que es una excelente forma de que aprendan a carecer. “Mami… no me gustan las lentejas”. Si quieren hacerles un bien para la vida, denles las lentejas. Habrá berrinches, no se exalten (autoridad no es gritar), que no coma si no quiere, pero cuando le vuelva el hambre: ¡Sorpresa! … ¡Las lentejas del refrigerador calentadas!

Parece increíble, pero si no hacemos este tipo de cosas no aprenderán a adaptarse. La comida es una buena escuela del carecer, pues así no serán quisquillosos en sus relaciones sociales, en el trabajo y en el mundo real.

Todos a ayudar: cada quien tiene una tarea.

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Ponerles tarea desde pequeños

También hay que educarlos en el servicio. Una familia normal es un equipo de trabajo con muchas tareas: tender la cama, limpiar los cuartos, lavar los platos, pintar la casa, etc. Hay que educarlos para que realicen labores de hogar, aunque lo hagan mal al principio. Si no hacen este tipo de servicios luego tendrán problemas. Las escuelas más importantes de liderazgo del mundo enseñan a los jóvenes a carecer, para que sepan y entiendan el mundo y lo puedan liderar.

Construyamos hijos luchadores, no debiluchos sobreprotegidos. Que se superen a sí mismos. Que tomen los problemas como desafíos para mejorar. Recuerda que nadie alcanza altura con un solo vuelo. También hay que ilusionarlos con ideales, metas futuras, sueños para que sean buenos de corazón. Importante también es estar convencidos de que triunfador no equivale a tener “dinero o propiedades”, triunfadores son aquellos que son felices con lo que hacen, con su vida. Solamente así podrán hacer felices a otros.

Los hijos con carácter templado, conocimiento del carecer, educados en el servicio y plenos de amor e ilusiones serán hijos triunfadores.