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De como el populismo se acerca a Guatemala
En populismo
Todo es muy lindo cuando empieza: promesas de más y mejores oportunidades, igualdad de condiciones económicas para “el pueblo”, democracia participativa, más seguridad, planes de salud, más trabajo y un sin fin de palabras y frases bonitas que no son más que tinta en la hoja de un diario, que se pierden entre las ondas hertzianas de alguna entrevista radial, o en la pantalla del viejo televisor de casa –que también te prometen cambiar por uno nuevo en cómodas cuotas-. Si no saben de qué hablo, se los presento, se llama populismo, esa promesa irreal que viste la máscara de una utopía y que termina siendo lo que termina siendo todo lo que usa una máscara, un disfraz.
Como futura periodista guatemalteca, me preocupa puntualmente que este disfraz esté soportado por medios de comunicación comprados para los que la verdad se transforma en mentira por unas cuantas cifras en el banco.
Latinoamérica tiene años gestando este monstruo que atenta contra la libertad de expresión. Alimentándolo de una masa que se deja llevar por el carisma de un líder que termina aprovechándose de sus integrantes con cadenas de tv, radio y prensa que maquillan la realidad. Basta mirar cerca para encontrarnos con casos como el de Venezuela o el de Argentina, con jefes de estado populistas con control casi absoluto sobre los medios, que además se han perpetuado en el poder, y que han llevado estos países al abismo del déficit, la inflación y la división social.
Con la fecha de las elecciones presidenciales cada vez más cerca, me aterra que no seamos capaces de escapar del inminente avance de esta doctrina política. No quiero promesas irreales, no quiero que se burlen de mí y de los guatemaltecos, no quiero muertes omitidas y pasadas por alto en las cifras oficiales, no quiero pobreza pretendiendo ser riqueza, no quiero políticos que venden a los más necesitados –y a los no tan- planes de gobierno cuyos principales exponentes son “pajaritos”, políticos y próceres fallecidos, y autoproclamados mesías. Estoy cansada de la mentira. Estoy cansada del populismo y no lo quiero para mi país.
Quiero un país en el que el sueldo de un mes alcance para más de 15 días de supermercado. Quiero un país en el que no me hunda en la inflación. En el que pueda darme gustos después de mi arduo trabajo. En el que la educación de los chicos y adultos no esté politizada. En el que pueda emprender una empresa que no quiebre a los dos meses porque el gobierno fija los precios del producto final en un monto absurdo. Quiero un país con un gobierno que cuide su gasto público. Con un gobierno que no cambie favores por votos. En donde los medios de comunicación muestren la realidad y los periodistas no sean censurados. Quiero un país en el que pueda ser periodista de la verdad.
Es momento de abrir los ojos. Es momento de pararnos firmes, tomar al populismo por el pecho blanco e impoluto de su camisa capitalista y expulsarlo de nuestro territorio, de la mente de las masas. Los medios de comunicación deberían estar a nuestro favor, a favor de una verdad que no puede -ni debe- ser vendida. No permitamos que nos quiten la verdad.
¿Qué hace falta para reaccionar?.
Archivo Adjunto 1208
