El acoso callejero y no tan callejero

''Se trata de un tema que a mí en lo personal no deja de causarme indignación cada vez que lo vivo en carne propia o lo veo en otras mujeres. Seguramente muchos hombres no se imaginan cuán diferente es caminar por la calle para un hombre y para una mujer.

Hace unos días vi un video que estuvo circulando en internet sobre el acoso callejero y me recordó que esa frustración que vivimos muchas no es ni cosa del pasado ni de países “subdesarrollados”. Me parece que es un tema que debemos visibilizar mucho más y tratar de sensibilizar, por lo menos a quienes tenemos más cerca.

El acoso callejero –y no tan callejero porque muchas veces lo vivimos dentro de nuestros mismos lugares de trabajo y otros espacios– es una de las formas de violencia más sutiles contra las mujeres y a la vez más aceptadas socialmente en la cotidianidad. Y por muy pequeña y silenciosa que sea, es una puerta de entrada a formas de violencia mucho más graves como las agresiones ******es y violaciones.

Todos los días es lo mismo, en cualquier lugar, a cualquier hora, a mujeres de todas las edades, clases sociales y etnia. Las miradas, los comentarios y sonidos extraños. Es como si al entrar a la vía pública dejamos de ser dueñas de nuestros cuerpos y pasan inmediatamente a ser controlados y observados por los hombres.

Algo tiene que ver la forma cómo vamos vestidas, pero al final una entiende que el ser objeto de ese acoso se da (o te lo ganas) por el simple hecho de ser mujer. Sea como sea, ninguna se escapa. Y el argumento de que si una lleva pantalón ajustado o una falda es porque está pidiendo que la vean y/o traten así, no es cierto.

Frente a distintas situaciones, constantemente me pregunto cómo parar esto. Soy una mujer que disfruta ser independiente y odio, en ocasiones, sentir que tengo la “necesidad” de ir acompañada de un hombre a ciertos lugares para evitar ser agredida por otros hombres. En otras ocasiones, yo misma no me siento con el valor de afrontar a conocidos o reclamarles por su actitud, y es que muchas veces son personas “amables” pero luego de que la mujer pasa frente a ellos, le miran el trasero… de esa forma que ustedes ya saben cómo va.

La estrategia que he utilizado en la vía pública y que por ratos me hace sentir un poco mejor, ha sido ver a los ojos a los hombres que siento que me están viendo como si fuera un objeto a la venta y luego les digo “buenas tardes”. Mientras los veo a los ojos, casi nunca se atreven a decir algo, es cuando avanzo y quedan a mis espaldas que salen los comentarios o chiflidos. Entonces doy la vuelta, regreso y les pregunto qué dijeron. Muchos se quedan asustados porque la idea de estas agresiones es que la mujer no responda. En el momento me siento mejor, siento que puedo recuperar algo de poder. Pero la frustración regresa porque luego lo que provoca son risas y burla y el mensaje es “me gusta saber que con lo que hago te hago sentir incómoda y lo puedo seguir haciendo y no puedes hacer nada para evitarlo”. Y es que en realidad, no hay ninguna sanción.

Las mujeres somos la mitad de la población y tenemos derecho mínimamente a caminar por las calles en paz, tranquilas y sin ser molestadas. No tenemos por qué acostumbrarnos a esto ni vernos obligadas a aguantar y callar o a cambiar nuestros hábitos y gustos por situaciones como éstas. Y aunque puede parecer algo mínimo y momentáneo, en realidad cuando vemos que es algo que sucede a cada rato y cada día, deja de ser algo pequeño y se convierte en un monstruo con el que hay que lidiar todos los días sin que nadie se pronuncie al respecto''.