Tragicómico es ver al hombre sin ciencia, desarrollando cosmovisiones, inventando dioses a partir de hombres de fama legendaria, con el perfil del “superhombre” que exalta el cretino de la “muerte de Dios”, pero Dios, siempre paciente y razonable esperó a que, observando, diseccionando, alterando, fragmentando cada objeto, que llegó a la mesa de experimentación o por nuestros “ojos” electromecánicos, llegáramos a descubrir un universo inteligente además de qué nosotros mismos somos el producto del genoma, que, como un maravilloso súper software, es el diseño de cada criatura viviente, llegamos hasta observar lo que hace a la materia siendo esta solo energía que se mueve, en trillones de nano sistemas, para conformar otros millones de sistemas que hacen del universo lo que es, ahora sabemos que también hay fuerzas físicas, leyes inmutables inherentes en las substancias y fenómenos y, ahora sí, estamos listos para conquistar el vecindario extraterreno.

Con la potencia de la tecnología podemos ver como Dios ve el universo, desde arriba y desde lo más íntimo, reconociendo que algo tuvo que darle su origen, no como el primer cosmonauta con prejuicios dijo: “busqué a Dios y no vi a Dios” sin percatarse que estaba viendo la tierra como Dios la ve desde los cielos.

Dios quería que comprendiéramos su creación y a través de ella le conociéramos, lo dijo al último imperio que ha sobrevivido hasta hoy como sacro romano:

porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó.
Porque la cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa
” … Ro. 1:19-20