¿ESTÁS MAL?, PUES ME ALEGRO


“Así como detrás de cada problema se esconde una oportunidad, encontramos tesoros de sabiduría tras cada decepción”.
Robert T. Kiyosaki



En mi opinión, la vida, el destino, nuestro mecanismo de evolución personal o espiritual, la necesidad de mejorar, la sabiduría instintiva, o quien sea, nos llevan a sentirnos mal -en ciertos momentos y con ciertas cosas- porque esa es la manifestación notable y sincera de nuestro estado interior.

Quizás es el modo que tiene el alma de manifestarnos su sentir, quizás sea la llamada de atención del Yo Profundo al que acallan los yoes pequeños y ruidosos, o quizás es el único modo que tiene nuestra vida de frenarnos para que nos paremos para preguntarnos y enterarnos de qué es lo que nos pasa por dentro.

Generalmente, nos sentimos mal emocionalmente –no me refiero a físicamente, por supuesto- cuando no se cumplen nuestras expectativas o sueños, o cuando una intranquilidad aparentemente inexplicable se instala en nuestro estado de ánimo y nos hace decir “no lo sé” cuando nos preguntan qué nos pasa.

Matizaré una cosa acerca del título, que refleja de verdad mi pensamiento. No es solamente un título llamativo y provocador. Si estás mal –emocionalmente- deberías alegrarte como me alegro yo cuando me sucede, porque se te está dando la oportunidad de arreglar algo que no está bien.

No me alegro de que estés mal –por supuestos-, me alegro de que al estar mal puedes ser más consciente de lo que te pasa y puedes ponerte a resolverlo.

Si no se hubiera manifestado ese estado, seguirías soportando lo que te esté pasando durante mucho tiempo, de un modo oculto e inconsciente, pero al hacerse evidente se convierte en innegable. Y si pretendieras empeñarte en negarlo te estarías perdiendo una oportunidad especial de resolverlo y beneficiarte de ello.

Si me alegro es porque cualquier situación en la que estés mal debido a que te acabas de dar cuenta y comprender algo, o acabas se sentir una frustración por el motivo que sea, o un remordimiento te ha recorrido como una serpiente, o un estremecimiento te ha puesto la verdad delante, es un momento que a mí me emociona y deseo que te emocione a ti también.

Es un momento apasionante porque te ofrece la oportunidad de resolver lo que es necesario resolver.

La oportunidad de comenzar de nuevo… y bien.

La oportunidad de organizar lo necesario para tomar las decisiones pertinentes, para decidir qué es lo que quieres realmente… y hacerlo, y al hacerlo deshacerte definitivamente de ese estado deprimente y paralizante que frena el ritmo y el propósito de tu vida o de tu destino.

El Ser Humano no siempre está feliz, pero desarrolla unos mecanismos que le permiten llegar a creer que es feliz cuando hay ausencia de motivos por los que preocuparse, así que ese mismo mecanismo de defensa le sugiere que evite cualquier manifestación de un malestar porque al no manifestarse es como si no existiese.

O sea: un autoengaño en toda regla. Una mentira gigante. Un engaño que se va a desvanecer en cualquier momento.

Afortunadamente existe esa manifestación de disconformidad interna que se manifiesta como un malestar, la mayoría de las veces inexplicable y de origen o naturaleza desconocidos, que nos hace darnos cuenta innegablemente porque es un estado que aunque se trate de maquillar con sonrisas falsas o se trate de mitigar con cualquier distracción, permanece. Aunque se pretenda retirarlo hacia el fondo o se trate de enviar al olvido, permanece. Aunque se trate de endosarle un origen distinto -que no es más que una estratagema que pretende ser un autoengaño-, permanece.

Hay que escuchar la voz de las emociones y hay que encontrar el origen real de algunos sentimientos.

Si uno de verdad se siente emocionalmente mal tiene la obligación de investigar el por qué y, por supuesto, el para qué, porque ahí están las claves y enseñanzas que pretende aportarnos ese estado.

¿Estás emocionalmente mal?, pues me alegro.

Y si te pones a buscar el origen de ese malestar y sinceramente lo encuentras y lo escuchas y lo remedias, tú también te alegrarás.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales


“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)

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