LOS PENSAMIENTOS OBSESIVOS Y TÚ: UN MAL MATRIMONIO.


En mi opinión, las personas que padecen la dictadura de los pensamientos obsesivos deberían tener preparadas soluciones para cuando se presentan, de modo que puedan evitar el sufrimiento que les aportan y tener una mente más relajada y menos agresiva.

En general, no tenemos claro dónde empiezan y dónde acaban lo que son los pensamientos, y dónde empezamos nosotros; qué corresponde a la mente que actúa por su cuenta y qué corresponde a la mente que funciona bajo nuestro control.

Insisto muy a menudo en la necesidad, que debería ser inaplazable, de aprender y conocer el funcionamiento de la mente, cómo actúa el inconsciente, y aprender a observar y gobernar a ambos antes de que nos conviertan en sus víctimas sufrientes.

Algunas personas sufren los pensamientos obsesivos, y no saben cómo salir de ellos. Estas son algunas nociones y pautas que conviene conocer.

La primera es que los pensamientos son solamente pensamientos, y nada más. No es necesario darles entidad, ni sufrir por cosas que no pertenecen a la realidad sino a la dispersión –casi siempre negativa o pesimista- de unos procesos mentales que ni siquiera promocionamos nosotros.

Lo mejor para quien padece esta situación es no hacerles caso. Quienes los padecen, dirán que es imposible, que tienen preponderancia y les gobiernan. Que no pueden pararlos. (En realidad, es que no saben pararlos y deshacerse de ellos)

Lo menos acertado es enredarse en ellos y con ellos, ponerse a discutir, querer echarles a gritos, o enzarzarse en conversaciones interminables… porque eso es, precisamente, lo que quieren.

Esos pensamientos obsesivos giran en torno a ellos mismos, no avanzan, y parecen encontrar más placer en repetirse y alterar que en encontrar una respuesta. Y aunque encuentre una respuesta, ésta no va a ser satisfactoria porque ese tipo de mente no se va a conformar con ninguna que aparezca. Y aunque llegase a encontrar una respuesta con aires de ser la verdadera, difícilmente sería acertada y válida porque estaría tomada desde una ofuscación mental con la falta de la ecuanimidad y la objetividad necesarias para cualquier toma de decisiones que sea sensata.

Esos pensamientos son irrazonables, por lo tanto es imposible razonar con ellos. No admiten la lógica, la sensatez, la cordura de las reflexiones bien ejecutadas, la contundencia de la verdad y el raciocinio. Le han dado mil vueltas a los mismos pensamientos y no ha servido para nada. Y aunque se encuentre una respuesta que parezca adecuada, unos minutos después será volteada y desechada.

Pretender encontrar una solución adecuada con la premisa de unos pensamientos incorrectos es un absurdo. Y una temeridad. Esos pensamientos no valen, carecen de lucidez, es mejor desecharlos y aplazar el tema para otro momento en que uno sí puede ser objetivo y verlo con una mente serena.

Es mejor no intervenir en ellos. Sí, ya lo sé: es difícil y parece imposible, pero es lo más adecuado. Si acaso, observarlos, que es como observarse uno mismo. Pero es mejor no intervenir.

Por supuesto que en el momento en que se presentan parecen incontrolables, y uno se enfada consigo mismo por eso de no poder controlarlos y acabar siendo su víctima sufriente, pero conviene tener paciencia con uno mismo, disculparse, evitar ese enfado inapropiado.

Lo mejor, y casi lo único que se puede hacer en esos momentos, es no prestarles atención, no responderles, no intervenir, dejarlos que se vayan diluyendo por sí mismos.

Responderles es la acción menos indicada, porque es lo que ellos pretenden: involucrarnos en su desquiciado juego. Por tanto, es mejor separarse de ellos, no prestarles nada de atención, y ocupar la mente con un pensamiento deseado y elegido por uno mismo.

Si se le presta atención a uno de esos pensamientos obsesivos tratando de razonar con él –misión imposible-, o esforzándose en echarle -con lo cual ya se ha entrado en su juego-, se le está reforzando y dando más vida.

Si la mente siente que se le presta mucha atención a ese pensamiento, puede pensar que se debe a que es importante para el pensador y no hará nada por borrarlo o relegarlo al olvido, sino que lo mantendrá vivo, en primera línea, y lo presentará a menudo creyendo que con ello nos hace un favor.

La dirección de un buen psicólogo es la mejor ayuda. Seguir cualquiera de las ideas escritas puede ser un alivio, aunque sea momentáneo, para ir deshaciéndose de ellos.

NOS RESULTARÍA MUCHO MÁS SENCILLO OLVIDAR LAS COSAS DOLOROSAS O DESAGRADABLES SI NO INSISTIÉSEMOS TANTO EN RECORDARLAS.


Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales


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